martes, 7 de agosto de 2007

Julián se quedó pensando en lo que hablaron.
-a vos todo tienen que decirtelo letra por letra? - dijo Celina
-hablamos diferentes idiomas, ya te diste cuenta, asique no tenemos tiempo para andar con rodeos. ¿Qué te pasa?- él no tenía idea de dónde había salido ese planteo
-decime, ¿me extrañaste o no? porque supe lo de la minita esa, pero no me importa. A mi no me importan nada esas cosas, pero si quiero saber si me extrañaste.- doble negación, miente.
-Si, un poco ¿vos?
-Yo no.

Ahora lo ciega otra vez la idea que últimamente es un eje al que vuelve, una y otra vez. La importancia de las palabras. No las del diccionario, se aclara como si hiciera falta, sino las palabras usadas, las dichas, escritas o esas que surgían en su mente en los momentos de luz dilatada y diálogos con sí mismo. Gracias a esta idea lo conoció a él.
Lo que más le asustaba era él. Nunca se imaginó que podría temerle a alguien de esas características. Nunca pensó que alguien así pudiera existir.
No tenía nombre, Julián sabía que tenía que ponerle uno. Alguien una vez le dijo que es muy importante para enfrentar un problema ponerle un nombre, concretar la idea.
El poder de las palabras, otra vez.
La idea de todo eso junto, todo apiñado como un gran grupo de cuerpos de morfología agresiva, todo eso fundiéndose en su superficie blanda de sudor pestilente y atado, todo él, por esa cuerda, esa idea, un nombre; le daba vértigo. Eso (Tengo que ponerle un nombre, pensó) le despertaba sensaciones nuevas, oscuras por lo desconocido y oscuras también, por naturaleza. ¿Dulces?
Cómo le iba a poner un nombre, no se lo imaginaba. Cómo si justamente lo peor de todo es que forma parte de él, de Julián. De su nombre. Y no una parte definida, un apéndice bilioso e impredecible, extirpable; sino que es algo bilioso, impredecible y fragmentado por todas partes. Y peligroso, se acababa de enterar.

-Cómo que no, ves que al final todo esto es al pedo. Te miento, peor, Me miento y vos te haces la pelotuda. No aguanto más esto, nena, no sos una pelotuda, ni sos una nena. Sos: fría. No sentis ni podés hacerlo, y lo peor de todo: no es tu culpa, y como no depende de vos, no lo vas a poder cambiar.
-...-¿lágrimas?
-Necesitas alguien que te saque. Que te despierte. No tengo tiempo para pelotudeces yo, chau.
-...-lágrimas.

Julián no sabía como frenarlo. Julián no sabía como predecirlo. Pero él aparecía y con esa fuerza disparaba palabras. A matar.
Intentó prometerse combatirlo; pero cómo, pensó, si había algo en él que le hacía disfrutar esos momentos.

3 comentarios:

fede té dijo...

Tengo problemas de extensión
de cantidad
de palabras.

Perdon. El castigo, para la proxima.

lucia testoni dijo...

palabras como serpientes venenosas que hieren
que duelen
y el monstruo en que se convierte el que las vomita...
me gusta el dibujo con el texto
me gusta

mucha mierda ultimamente en tus palabras federiquito

fede té dijo...

gracias lu
mucha mierda, pero qué dibujos
y gracias por darte cuenta de los comentarios: ahora puede comentar cualquiera

Bienvenido Simón los miércoles