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domingo, 15 de marzo de 2009

Sueño apócrifo de Mario Torres #1



Estoy en el puerto
los barcos llevan el océano profundo en sus cascos
están por zarpar
y los marineros besan a desconocidas pensando en el azar,
vamos a Uruguay.

Lavé
hasta el último plato
cerré
la llave de gas,
en el patio, las plantas rezan una lluvia de verano.
Morirán de pura humedad,
no siento culpa.

Partimos,
somos una cáscara de nuez en el mar
somos la esperanza en el desierto.
Un caballo galopando por la proa
me dice que exagero,
mi salvavidas es un cenicero gigante y naranja,
en Cuzco no aprendemos a nadar
el frío del ande y la mística del billar
me mantuvieron lejos de mojarme.
Aprendizaje:
unas tortugas corren contra una liebre muerta,
sin embargo, pierden;
yo también me dejo perder.

En Buenos Aires,
los colectiveros viajan a destinos efímeros
amas de casa lavan platos que después ensuciarán;
en altamar,
yo sueño mi vida en un whisky
y los hielos se derriten.
El último trago será el más fuerte.
Una alfombra azul, marrón,
me lleva a un nuevo destino.
Volar es creer en las alas que uno tiene,
llorar es la respuesta simple
a tirar el ancla;
somos verano
y despertamos.

lunes, 8 de diciembre de 2008

efectos secundarios: masturbarba

Yo me masturbaba pensando en voz
y no te conocía.
¿Esta mal?
Cómo podía suponer que te iba a encontrar
en un 168 a las 7 de la mañana
del día de la virgen.
Allá vamos, separados por 3 asientos,
vos chupas un helado
y yo escribo poemas.
¿Tendrá sentido?
Capaz que no pasa nada,
capaz que me estoy enamorando de otra,
el problema es que no debe tener más de 15 años;
a mí me da cosa, viste.
El colectivo se va llenando
y una de remera verde me interfiere la vista.
No está mal,
Dios lo sabe y me banca,
pero no es lo mismo,
nunca te había visto
y te estaba esperando.

lunes, 14 de julio de 2008

de como pinta sebastián nóbrega



soy solo
soy sólo una parte
soy algo y eso ya es algo


emmmm
piensa
lo que está afuera del cuadro
lo otro
lo casi todo
y lo casi nada

me pintaron luego existo
y ya
qué tanto

miércoles, 21 de noviembre de 2007

cuidando el rancho

En una vieja casa de la calle Pellegrini
salimos al aire por primera vez,
con Guillermito haciendo de diva
y nosotros repitiendo nuestro nombre:
No es gracioso,
no es gracioso,
no es gracioso,
y no, no era.

Después, al otro lado del océano
me entere que se pudrió
todo lo que se tenía que pudrir.
Y apareció Ramiliano
y apareció la arpillera con discos
y un hombre extraño que nos bautizó.

Así seguimos, así crecimos,
y apareció el padrino Billy,
Freddy con su polenta
y Tomi con su puchero.
Navegamos el año,
desembarcamos en la ribera
y naufragamos en verano,
cuando apareció el Negro
con toda su sonrisa.

Y sí, cuando el carro anda los melones se acomodan
pero siguen los tumbos;
y tumbo que te tumbo,
se hizo cuesta arriba y seguimos,
con cara de perro entre los perros,
con alas de viento en el aire,
en nuestro cielo.
Pasaron Pablo, Juan Martín, Fede y tantos otros.
Hicimos parada en Al Fondo
un día de lluvia,
y entre chapitas y junglas
bailamos y sumamos unos parches pa´la murga:
Atenti, Atenti al Fondo.

Y seguimos, llenos de dudas,
repitiendo preguntas, conociendo gente,
seguimos.
Llegamos hasta Maipú,
tocamos la puerta
y nos abrieron.
Y ahí vamos a estar hasta el domingo.
¿Y después?
Seguiremos,
que es lo único que hacemos bien,
seguir, sin saber adonde,
pero sabiendo que es en este mundo
y para este mundo.

Somos El hombre de la Bolsa
y hacemos un programa de radio
que seguramente nunca escuchaste,
pero eso no es nada
porque también hacemos
de nuestras vidas un festival de arte y amistades
donde las manos pasan y ayudan,
las orejas crecen,
los pies, pisan,
las miradas se hacen compañeras
y juntos, y separados,
y cada uno y todos,
vamos viviendo una cultura posible
donde conviven todos los amores
haciendo de la fuerza
una pelota imparable
que canta:
“por la alegría al poder
y la felicidad a las calles”

por eso
y por todo lo que salga de sus corazones:
aguante el hombre de la bolsa.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

má que hache


Ha llegado la edad de que alguien tenga la bondad de decir la verdad, porque en esta actividad no hay libertad y sin suavidad terminamos entre la espada y la pared. ¿Usted lo sabe? Estamos pues a su merced, díganos entonces, porqué en esta multitud de letras, la d final no tiene salud. ¿se pierde en la multitud? ¿no es digna de virtud? ¿no alcanza el estándar de calidad? Así es esta ciudad, que con poca creatividad, un buen día, te deja de pronunciar.