Hotel Familiar
Foto: Paula Mariasch
Nos encontrábamos a unas cuadras del Rojas. Eso te lo conté, pa. Salíamos celular en mano con miedo. Porque era embarrar a mucha gente. Entonces recibía el primer mensajito: ¿Dnd tas? Y se me pasaba el cagazo. Había recibido hasta amenazas de muerte. ¿Te imaginás, pa? Amenazas de muerte. ¿Y yo qué hice? Y yo la seguí porque esa mina lo vale, vos la conocés; sí que lo vale.
Unos años antes había frecuentado un hotel familiar de pasajeros. Una ex-novia eligió una de sus habitaciones repletas de humedad para cortar y bardearme sin testigos. Para mí ese hotel familiar de pasajeros era la muerte con el espasmo bronquial que me apretaba sin soltar. Después, me di cuenta, que volver a ese hotel familiar de pasajeros a 15 pesos la noche era lo mejor para vomitar la mierda que me tragaba todos los días; vomitar literalmente. Me compraba birras pizza y me sentaba a leer algún libro. A las dos horas ya estaba agitado, claustrofóbico, histérico y borracho de Ugis. Vomitar era sencillo con el baño privado. Otras noches me tocó esperar (vómito en buche) unos minutos en la puerta del baño compartido. Hoy lo veo patético pero sonrío. Me cuesta hacerme mierda como antes. Y que joder, pa, verme la cicatriz me da cierto orgullo también.
Tiempo después la conocí. En el Rojas. Rompimos muchas reglas. Rompimos muchas cabezas. Mientras nuestro orgasmo se perdía en la nebulosidad de un telo barato muchos nos acusaban de basuras, irrespetuosos, mal aprendidos e hijos de puta. Pero qué querés que te diga, pa. La noche que tuvimos la idea de ir al hotel familiar de pasajeros y vomitarnos juntos la mierda que nos daba calor fue lagañoso pero te diría que hasta entretenido.
- ¿Y la seguís viendo, hijo?
- Por supuesto, pa. Ojalá la vuelvas a ver...
- No creo que llegue, hijo.
- Sí, pa. Sí... descansá, descansá.
Unos años antes había frecuentado un hotel familiar de pasajeros. Una ex-novia eligió una de sus habitaciones repletas de humedad para cortar y bardearme sin testigos. Para mí ese hotel familiar de pasajeros era la muerte con el espasmo bronquial que me apretaba sin soltar. Después, me di cuenta, que volver a ese hotel familiar de pasajeros a 15 pesos la noche era lo mejor para vomitar la mierda que me tragaba todos los días; vomitar literalmente. Me compraba birras pizza y me sentaba a leer algún libro. A las dos horas ya estaba agitado, claustrofóbico, histérico y borracho de Ugis. Vomitar era sencillo con el baño privado. Otras noches me tocó esperar (vómito en buche) unos minutos en la puerta del baño compartido. Hoy lo veo patético pero sonrío. Me cuesta hacerme mierda como antes. Y que joder, pa, verme la cicatriz me da cierto orgullo también.
Tiempo después la conocí. En el Rojas. Rompimos muchas reglas. Rompimos muchas cabezas. Mientras nuestro orgasmo se perdía en la nebulosidad de un telo barato muchos nos acusaban de basuras, irrespetuosos, mal aprendidos e hijos de puta. Pero qué querés que te diga, pa. La noche que tuvimos la idea de ir al hotel familiar de pasajeros y vomitarnos juntos la mierda que nos daba calor fue lagañoso pero te diría que hasta entretenido.
- ¿Y la seguís viendo, hijo?
- Por supuesto, pa. Ojalá la vuelvas a ver...
- No creo que llegue, hijo.
- Sí, pa. Sí... descansá, descansá.
3 comentarios:
Sólo lo he leído una vez. Creo que debiste anticipar la voz del padre, me agradó.
Jorge A. Vergara
bachsaturnino@hotmail.com
grosso tu comentario che
anteayer escuche una historia muy parecida
que puntualidad
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