No me gusta tragarme la leche
No me gusta tragarme la leche
Damas, caballeros, señor alcalde, ministra, autoridades presentes, representantes del clero y la academia, distinguidos lectores, amigos todos, con el respeto que me merece tan selecta audiencia y siendo la verdad uno de los principios rectores de mi vida, debo decirles, mas bien confesarles, que pese a que lo puedan dictar las apariencias y mi bien conocida fama de libertina, yo no me trago la leche por muy fantástico que sea el polvo o el semental involucrado.
La verdad señores es que me da un asco horrible.
Espero no decepcionar a nadie con esta confesión y que la misma no sea motivo de un desprestigio o alejamiento de mi incipiente carrera en la también incipiente pero pujante industria del porno nacional. Nunca he podido sostener una mentira de este calibre, por lo demás fácilmente comprobable dentro del amplio universo de mis ex parejas sexuales.
No me gusta tragarme la leche por la sencilla razón de que sabe muy mal. Me resulta espeluznante, es una mezcla entre tiza molida y crema emulsionada barata. De solo pensarlo se me revuelve el estómago.
Lo cual no significa que alguna vez no lo haya hecho, obligada por la fuerza de las circunstancias y en determinadas posturas donde no hay otra salida, por ejemplo, cuando un tipo te tiene fuertemente agarrada de los pelos y su pene está adentro de tu boca al momento de eyacular.
También depende de cuan bruto sea el tipo
No obstante y como no soy ortodoxa en ésta ni en ninguna otra materia, si me gusta que me la echen en la cara, los ojos, la espalda, el estómago, el pelo incluso.
¿Por qué en los ojos? Se preguntará usted con justa intriga.
Y es que en esas zonas, siempre susceptibles a la formación de zurcos, la uso como crema. Me gusta esparcir el semen todavía tibio por mis arruguitas de treitañera y sentir como solidifica en la piel, estirándola casi de inmediato.
Lo mismo sucede con el pelo, en mi caso tendiente a la sequedad.
En tanto, mis preferencias por la espalda y el resto del cuerpo como receptáculo, obedecen más bien a criterios de acomodo según la postura coital.
Hay estudios que señalan las infinitas propiedades cosméticas del semen fresco. Y si uno lo piensa bien, siendo esta materia el sumo de la vida, una gota es un microuniverso, un océano con millones de pescaditos moviéndose y vibrando a una velocidad imposible de medir por el ojo humano.
Curioso lo que pasa dentro el semen cuyas características de funcionamiento me llevan a reflexionar sobre aspectos de lo humano que siempre me han inquietado.
Por ejemplo cierto darwinismo inherente al comportamiento de los espermatozoides, millones de potenciales sujetos en feroz carrera contra el tiempo y contra las barreras que impone la biología femenina, dónde sólo uno conseguirá llegar a la meta, partiendo al óvulo en dos como a un gran sol colapsado y luego multiplicándolo en una galaxia celular.
¿Será la competencia y el imperio del más fuerte, el más apto, finalmente el destino natural de todo lo existente en el universo? Me pregunto. ¿Qué pasó con la colaboración y la solidaridad?, ¿Es posible imaginar a un espermatozoide en plena carrera por las trompas de falopio ayudando a levantarse a un compañero que ha tropezado? Mmmm.
Otra cuestión altamente filosófica que me inquieta en esto de la sexualidad es el papel del óvulo, ¿Qué hace el óvulo a parte de simplemente existir e irradiar su redonda e inmóvil humanidad para tener a todos los señores espermios tratando de penetrar su corazón. Digo, el óvulo no se maquilla, no manda mensajes de texto, no llama a nadie por teléfono y no gasta dinero en ropa, no se depila y no mueve un dedo y a su alrededor todo es movimiento y deseo. Esencialidad pura.
Bueno hasta aquí estas reflexiones que continuarán tomando quien sabe que derrotero…
Damas, caballeros, señor alcalde, ministra, autoridades presentes, representantes del clero y la academia, distinguidos lectores, amigos todos, con el respeto que me merece tan selecta audiencia y siendo la verdad uno de los principios rectores de mi vida, debo decirles, mas bien confesarles, que pese a que lo puedan dictar las apariencias y mi bien conocida fama de libertina, yo no me trago la leche por muy fantástico que sea el polvo o el semental involucrado.
La verdad señores es que me da un asco horrible.
Espero no decepcionar a nadie con esta confesión y que la misma no sea motivo de un desprestigio o alejamiento de mi incipiente carrera en la también incipiente pero pujante industria del porno nacional. Nunca he podido sostener una mentira de este calibre, por lo demás fácilmente comprobable dentro del amplio universo de mis ex parejas sexuales.
No me gusta tragarme la leche por la sencilla razón de que sabe muy mal. Me resulta espeluznante, es una mezcla entre tiza molida y crema emulsionada barata. De solo pensarlo se me revuelve el estómago.
Lo cual no significa que alguna vez no lo haya hecho, obligada por la fuerza de las circunstancias y en determinadas posturas donde no hay otra salida, por ejemplo, cuando un tipo te tiene fuertemente agarrada de los pelos y su pene está adentro de tu boca al momento de eyacular.
También depende de cuan bruto sea el tipo
No obstante y como no soy ortodoxa en ésta ni en ninguna otra materia, si me gusta que me la echen en la cara, los ojos, la espalda, el estómago, el pelo incluso.
¿Por qué en los ojos? Se preguntará usted con justa intriga.
Y es que en esas zonas, siempre susceptibles a la formación de zurcos, la uso como crema. Me gusta esparcir el semen todavía tibio por mis arruguitas de treitañera y sentir como solidifica en la piel, estirándola casi de inmediato.
Lo mismo sucede con el pelo, en mi caso tendiente a la sequedad.
En tanto, mis preferencias por la espalda y el resto del cuerpo como receptáculo, obedecen más bien a criterios de acomodo según la postura coital.
Hay estudios que señalan las infinitas propiedades cosméticas del semen fresco. Y si uno lo piensa bien, siendo esta materia el sumo de la vida, una gota es un microuniverso, un océano con millones de pescaditos moviéndose y vibrando a una velocidad imposible de medir por el ojo humano.
Curioso lo que pasa dentro el semen cuyas características de funcionamiento me llevan a reflexionar sobre aspectos de lo humano que siempre me han inquietado.
Por ejemplo cierto darwinismo inherente al comportamiento de los espermatozoides, millones de potenciales sujetos en feroz carrera contra el tiempo y contra las barreras que impone la biología femenina, dónde sólo uno conseguirá llegar a la meta, partiendo al óvulo en dos como a un gran sol colapsado y luego multiplicándolo en una galaxia celular.
¿Será la competencia y el imperio del más fuerte, el más apto, finalmente el destino natural de todo lo existente en el universo? Me pregunto. ¿Qué pasó con la colaboración y la solidaridad?, ¿Es posible imaginar a un espermatozoide en plena carrera por las trompas de falopio ayudando a levantarse a un compañero que ha tropezado? Mmmm.
Otra cuestión altamente filosófica que me inquieta en esto de la sexualidad es el papel del óvulo, ¿Qué hace el óvulo a parte de simplemente existir e irradiar su redonda e inmóvil humanidad para tener a todos los señores espermios tratando de penetrar su corazón. Digo, el óvulo no se maquilla, no manda mensajes de texto, no llama a nadie por teléfono y no gasta dinero en ropa, no se depila y no mueve un dedo y a su alrededor todo es movimiento y deseo. Esencialidad pura.
Bueno hasta aquí estas reflexiones que continuarán tomando quien sabe que derrotero…
3 comentarios:
y en las teeeEtaaaaaaaas!!!!!!
...la "idea" de tragarsela toda resulta totalmente exitador..pero es cierto que acaba por sacarnos de onda sabiendo a leche con amoniaco podrida...aunque puedo dar fe de que existe "el hombre sin sabor"!!!!
chicas y hombres "alegres",solo tenemos que descubrir que extraña combinacion quimica hace que esta rareza, casi unica en su especie exista, tenga gusto a yogurt descremado y pueda encontrarse en esta misma ruta apestosa donde nos tiró el señor...
pd.con Ese si que me pregunto porque carajo no me casé yo...!
Está bien establecer los gustos. Y hacerse respetar con respecto a ellos.
A mí, por ejemplo, no me gustan ni el apio ni el mondongo. No insistas, mamá, solía decirle a mi madre cuando era chica y ella me obligaba a comerlos.
A mi en cambio me agrada sobremanera saborear su crema, se que le gusta y eso me da aún mas morbo.
Tampoco sabe tan mal, aunque te deja la boca seca. Cuestion de gustos.
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