Peaje
Ella tiene problemitas. No como todos pero como todos. El tiene problemitas. No como todos pero como todos. Los dos no se conocen pero pronto. Las rectas se juntan en el infinito. Eso también pero después. Pensá con quién te juntás en el infinito. Bueno, pará. Después pensá. Ahora lee. Porque Gabriel, que no tenía trabajo, se puso manos a la obra y se sentó frente al televisor. En su casa chiquita. Con chiches chiquitos que hacía con sus propias manos. Vio la noticia y se atragantó con el polvito del Tang. Y tosió y tosió y tosió pero no hasta el infinito; hasta acá nomás. Rojo chota quedó. El noticiero decía “No pagarán peaje en autopistas los autos con cuatro ocupantes”. Y dijo, claro, ahí tenés, porque de cuatro ocupantes sale una buena idea.
Rosa toma esas pastillitas para no pestañear. Media por día. Cuando toma no toma. Y así. Rosa se compró un auto porque odia viajar en los colectivos llenos. Mucho olor. Mucho hombre. Muchas dobles intenciones. Mucho yo yo yo y ella es más bien eso eso eso. Y se enteró, por los diarios, que cuatro personas en su auto le pagaban el peaje. Listo; me subo a un colectivo lleno y me traigo tres hombres para viajar en el Renó Once. Y así fue, rara y torpe, como se enteró que había un Gabriel en este plan. Vio un aviso en un diario de un pasajero del colectivo lleno. Decía “vendo maniquíes mononos para autos solitarios que buscan no pagar peage”. Qué bruto murmuró Rosa mientras un yo yo yo yo revisaba su pollera.
Cuando se vieron por primera vez llovía. Los dos estaban feos porque los dos tienen rulos. Y la lluvia y los rulos ya sabés. Ella dijo bueno, me parece justo, buen precio, ¿aceptás débito, Gabriel? preguntó Rosa. Por favor, no me faltes el respeto. Rosa retrucó Soy cliente. Gabriel se resignó y murmuró tenés razón.
El primer día, Rosa transpiraba. A trescientos metros del peaje puso las balizas y se tomó una pastillita para no pestañear. Pero no se animó a pasar por el peaje con los tres maniquíes vestidos de oficinistas. Y lo llamó por teléfono a Gabriel. Voy con vos, si querés, Rosa. Ay, por favor, yoyosaba eya.
Y Rosa y Gabriel, desde entonces, que no hace mucho, viajan juntos al trabajo. Le hizo precio, porque solo usa dos maniquíes. Y se llevan bien aunque no hablan mucho porque a Gabriel no le gusta. No le gusta Rosa.
6 comentarios:
Excelso, Funes.
por lo menos una oración no es ficción
doy fe
jajaja
esto es maravilloso. es maravilloso.
me gusto mucho. volè un rato entre palabras...
funesito, me copo. "y la lluvia y los rulos ya sabes". me gustó mucho. mucho.
muy bueno la verdad, una visión compartida..
Cuando salió la noticia pensé:
pobre la gente que esta sola y piensa "yo soy solo y para colmo me cobran"...
y si, hay q aceptar que hay gente sola en la vida por opcion o no, pero ese es otra cuestión...
no se como llegue aca..de casualité...
saludos
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