jueves, 27 de diciembre de 2007

Parque Centenario

imagen: Google + Paint

El 25 nos levantamos tarde, no limpiamos la casa, almorzamos como a las tres y salimos caminando para el Parque Centenario a eso de las cuatro.

Por Sarmiento, pasamos frente a una casa enorme que se alquilaba. Miramos hacia adentro. Le pregunté a Augusto qué le parecía si pudiésemos alquilara. Al fondo viviríamos él y yo. Al frente mi hermana podría dar clases de danza, mi madre montar su taller y yo vendería libros y discos independientes. Aunque seguramente el alquiler estaría fuera de mi alcance, anotamos el número en el celular de Augusto.

Cuando llegamos al Parque, fuimos directamente a ver el lago. Hacía años que no pasaba por ahí. De hecho, la última vez que lo vi, el lago todavía no era otra cosa que un pozo por el que Augusto había andado con su bicicleta.

Pero el 25 no sólo había agua, también había patos.

Nos sentamos en un mirador a observarlos. La mayoría eran blancos, pero también había otros marrones y grises, más salvajes, que no se aventuraban hacia la costa y siempre nadaban cerca de la islita pequeña que había en medio del lago.

Cerca del mirador, un par de patos blancos blanquísimos se paraban sobre unos reflectores que sobresalían del agua y se aseaban las plumas con esmero. Uno de los dos guardaba una de sus patas entre las plumas, así que con Augusto tuvimos una larga discusión acerca de si la escondía o directamente le faltaba. Finalmente se la vimos y nos quedamos tranquilos.

Algunos patos nadaban a toda velocidad y, para acelerar, se ayudaban de las alas. Parecía que iban a salir volando, pero no, sólo era una técnica para ser más veloces. Otros se sumergían de repente, y con Augusto intentábamos adivinar por dónde volverían a aparecer.

Augusto adoraba verlos en ese intento de volar-acelerar. De hecho, en un momento me confesó que al verlos hacer así, le daban ganas de ser pato.

Habremos estado una hora y media observándolos. De tanto en tanto se acercaban al mirador padres con niños más pequeños, y cada vez que se iban, con Augusto nos relojeábamos cómplices de volver a tener el mirador sólo para nosotros.

En un momento nos aburrimos nosotros también y decidimos irnos.

De regreso, frente al Parque, vimos un gato anaranjado con una cola particular que parecía paralizada o algo así. Como nos acercábamos, el gato se metió en el jardín de una casa que tenía un árbol y cuando pasamos cerca, trepó subiendo como un rayo. Augusto me preguntó si nuestros gatos sabían trepar así. Le dije que suponía que sí. Luego de un breve silencio me dijo: me gustaría ser gato.

Unas cuadras más adelante le dije que por qué no escribía eso. Por qué no escribía cómo habíamos observado los patos, cómo él había sentido ganas de ser pato. Y después, podía contar lo del gato y sus ganas de ser gato. Le dije que yo pensaba que ésas eran cosas interesantes de contar. Él dijo que tal vez hiciera un cómic con eso, que a él se le daban mejor los cómics.

Y hasta tanto él lo haga, me dieron ganas de escribirlo yo.

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9 comentarios:

Matiu dijo...

Delicioso.

absurda y efímera dijo...

Gracias, Matiu.
Delicioso también sería que el parque se viera tan lindo como en las fotos. (Sacadas algunas del sitio del Gobierno de la Ciudad). No conté la parte de acceder hasta el lago, pasando por entre la basura.

Matiu dijo...

Y si no contaste esa parte antes, ¿me querés explicar por qué diantres la tenés que contar ahora?

Revista Pipí Cucú dijo...

que lindo vale, gracias por llevarnos de paseo con vos

Gibson les Paul dijo...

El dia de navidad escribí esto y lo quiero compartir si no es molestia, de lo contrario pido perdon.

Desde esta parte de la costa norte del Río de la Plata, se puede ver el muelle de pescadores que sale del puerto de Olivos y tras él la silueta de ciudad universitaria como primer estampa y un contorno más desdibujado, opacado por la tenue nubosidad (contaminación) del ambiente, de la gran Buenos Aires.

Nublado por el momento pero con un viento noroeste muy poco usual, más de 22 nudos.

Encontré este lugar hace casi un año. El banco, tiene un corazón pintado en su respaldo, por eso me gusta.

Las veo volar, comer, jugar…

“Una golondrina no hace verano”

En primavera aparecen las golondrinas, aparecen por el norte y creo que llegan bastante al sur, por la patagonia pero no me acuerdo bien a donde era.

For one swallow does not make a spring,
nor does one day;
nor, similarly,
does one day or a short time
make us blessed and happy. (gran autor ingles)

Aunque no vengan las golondrinas, el verano va a seguir existiendo. Así como también el mundo va a seguir girando.

Picotean del piso, pero comen insectos en el aire, en pleno vuelo. ¡Y como vuelan! Planean en el aire, lo hacen justamente en contra de él.

Esta lleno de pájaros acá, donde me gusta venir a observar la naturaleza, bird watching, ja!! Baja el río, se llena de pájaros.

No tiene nada que ver
No corre el tiempo,
los pájaros no cambian
un momento es efímero
el presente es ahora y ya paso
es absurdo

UNO, individuo,
grupal

Anónimo dijo...

Me dieron ganas de ser Augusto.

¡Hermoso texto!

Revista Pipí Cucú dijo...

tenemos uno que quiere ser pato o gato, uno que quiere ser pajaro, uno que quiere ser augusto, y yo, en este momento quiero ser almohada

absurda y efímera dijo...

¡yo quiero ser turista en una playa de Brazil!

Valeria Tentoni dijo...

Vale! Bravo mamá! Como alguien dijo por ahí, que lindo paseo nos diste.
Más de vale! más jueves por semana che!