jueves, 20 de marzo de 2008

Irreversible

foto: Augusto A.


Éramos sólidos e íbamos a llevarnos el mundo por delante. Desde un pedestal veíamos las fisuras ajenas: eso nos unía en la cotidiana lucha por una vida mejor, siempre inmaculada y perfecta. Dándole lugar al defecto (¿cómo íbamos a ser omnipotentes? incluso posibles fallos estaban previstos), pero siempre alertas para suturarlo.


Mucho tiempo después, de cuando en cuando, seguí extrañándolo. Una sensación fuerte que me ubicaba en una melancolía anacrónica. Así colocada, era infinitamente pequeña y casual. Por suerte, en algún momento, algo me sacaba del ensueño: los martillos neumáticos de la construcción de al lado, un colectivo que aceleraba, la pava que silbaba el agua hirviendo.


Una intimidad del recuerdo, la contradicción de creer que en el mircoclima de la memoria él seguía siendo mío y nadie podía interceptar lo que juntos habíamos capitalizado como experiencia. Pero, a la vez, no podía evitar saberlo perdido para siempre, con sus arrugas más pronunciadas y cínicas, con su otra vida, con su otra casa, con su otra cama, con su otra mujer.


En realidad —me doy cuenta ahora— no extrañaba a ese hombre con el que ahora tengo un trato justo y necesario, asépticamente ameno, políticamente correcto. No. Tampoco extrañaba al joven oscuro y frágil, abierto, entregado. Yo extrañaba la cofradía que nos había dado la juventud, y esa inocencia con la que había creído que el amor eterno era arduo, pero posible.


Anhelo volver a sentir eso. Poseer la capacidad naif de creerme invulnerable, de confiar en que el cariño se renueva a pesar de las adversidades, de contar con que la noche llega para buscar la calma en el otro, bajo las sábanas, con el acuerdo tácito del abrazo y las manos entrelazadas para conciliar el sueño. En fin, compartir el desafío de intentar que el envejecimiento parezca una acción gradual y retardada, que hasta podría no pasarnos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Matiu dijo...

Te quiero, Vale. Que lo recuerdes significa que todavía existe.

absurda y efímera dijo...

Gracias, Matiu.
A decir verdad, reciclé el texto, era viejo. Pero lo recuerdo, sí. Y sí, existe, claro.... no se murió!