La gota en la frente
Me despierto. Oigo el gric grac del reloj. Abro los ojos. Sí, estoy donde debería estar. Me quito las sábanas de algodón. Muevo los pies. Sí, estoy donde debería estar. Me siento en la cama. Siento los ojos. Me duelen los ojos. Tengo ojeras. Voy al baño. Camino lento, zigzaguente. Abro la puerta del baño. Me miro las manos, uñas sucias. Sí, estoy donde debería estar. La fría baldosa me da placer. Abro la canilla, la fría, y frente al espejo tomo aire por la nariz. Mucho. Sí, fumé mucho. Me miro al espejo y sonrío. Y no. El agua brilla a la luz de mis ojos. Meto la mano derecha, luego la izquierda. Un escalofrío me recorre la espalda. Me inclino y lo primero que mojo de mi cara es la frente. Suspiro; aliviado, por supuesto. Las dos manos, a la vez, bajan mojadas por mis mejillas. Tengo barba. Me la dejo. En el mentón agua nueva. Estiro un brazo y me sostengo mientras cierro los ojos porque vuelvo a tomar aire y en ese instante, que dura una inhalación, pienso que debería morirme pronto. Que debería ser una muerte simple. Sin escándalo. Sin misterio. Sin preguntas con doble sentido ni mujeres rotas. Que morirme es un plan recomendable. Abro los ojos. Miro la hoja de afeitar. Tomo aire. Enderezo la espalda sin quitarle la vista a mi muerte. Abro el agua caliente. Agarro la hoja de afeitar. Sí, estoy donde debería estar. Miro las uñas sucias y entonces busco algo con qué limpiarlas.
Después me afeito.
Después me afeito.
3 comentarios:
qué guachin, ya te descubrí
"A naides tengas envidia
es muy triste el envidiar
cuando a otro veas ganar
a estorbarle no te metas
cada lechón en su teta
es el modo de mamar."
No seas alcaucil, Federico.
nunca pequé de verdura
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