jueves, 13 de marzo de 2008

la paja en el ojo ajeno


Cuando Esteban se levantó furioso de la mesa del bar, diciéndome que culpar a los demás no era sino una manera de poner en los otros mis propios defectos, me pasó lo que no me sucede con frecuencia. Me quedé muda. Se levantó amenazante; esperaba que yo le respondiera algo que lo retuviera, para poder sentarse otra vez y seguir discutiendo. Pero yo, por alguna extraña razón, quedé paralizada y, aunque lo vi titubear antes de irse, no hice nada. Recién pude volver a escuchar los ruidos del bar cuando la puerta vaivén quedó rebotando hacia afuera y hacia adentro. Ni siquiera recordaba el momento en que Esteban la había atravesado.

El mozo se acercó y me preguntó si podía retirar. Le dije que sí. Le pedí otro café con crema. Cuando se iba, me quedé mirándole el bolsillo de atrás del pantalón. Estaba descosido. Desapareció detrás de la barra. Tenía la visón borrosa, por eso me di un golpe suave en la frente a ver si reaccionaba de una vez . Todo es reversible, me dije. Era mi lema. Lema egoísta que significaba hacer lo que me viniera en ganas sin pensar en las consecuencias. Si total, todo es reversible.

Pero cada vez me estaba costando más y más. Intuí que con Esteban había tocado un límite. Pero evité definir qué tipo de límite y qué vendría después.

La crema coronaba el café. Metí la cuchara cremosa y empecé a revolver. Vi como iban apareciendo manchas beige en el negro. Hasta que el color fue homogéneo. Pensé si con el mármol alguna vez pasaría lo mismo, si con el tiempo no se volvería todo de un mismo color. Me acordé también de las tortas marmoladas que me hacía mi abuela cuando era chica. Después pasé directamente a la imagen de un compañero del colegio que tenía vitiligo. Y me avergoncé al recordar ese día en que la maestra me hizo pasar al frente para disculparme por haberles dicho a todos que no se juntaran con él porque lo que tenía era contagioso.

3 comentarios:

Mateo dijo...

Como la nota que escribió Pat Morita en tercer grado.

absurda y efímera dijo...

Sí, todos tenemos un pasado turbulento de escuela primaria.

Lo del vitiligo no es cierto.

Sin embargo, en segundo grado, un día dije a todos que una compañera mía tenía piojos, y nadie se acercó a ella durante el recreo.

Luego la maestra me hizo pasar al frente y contarles a todos mis compañeros la razón por la cual mi madre me había hecho cortar el pelo cortito cortito ....

Matiu dijo...

Vamo' Esteban todavía...